Una expresión del alma, el traje regional del istmo.
El traje típico de las mujeres istmeñas es realmente inefable, sus múltiples colores y encantos que reflejan al ser bordados, pareciera que esa multiplicidad de colores es la expresión más sublime de cada una de las bordadoras; no solo se admira al mostrarlas con todo su gran esplendor al son de la sandunga (son regional del istmo de Tehuantepec), son los más bellos y elegantes, los que resaltan el orgullo de la mujer, lo que la hace sentir su grandeza y pertenencia cultural, su egocentrismo es grande, pero es parte de ello; portarlo es símbolo de orgullo y de feminidad.
El movimiento de las enaguas, al ritmo del sonido de la música expresa miles de vivencias de cada una de las bordadoras, detrás de esa magnificencia del traje istmeño, se esconde la vida de una artista, donde al compás del empeño diario, del ingenio, de motivaciones, de creatividad e incluso de estados de ánimo, expresiones del alma, se ve reflejada esa hermosura. Porque ningún traje será igual, aunque se quiera imitar, jamás será una copia exacta, pues cada quien tiene su propio estilo de puntadas, lo que define la fineza de cada traje regional.
Desde el momento en que la bordadora, tiene la tela ya dibujada viene la parte excepcional, habrá que darle: vida, tonalidades, donde se ve manifestada el alma, felicidad, bienestar, tristezas, alegrías, triunfos, espíritu…
Cada una de las flores está del color que la artista les haya asignado, siempre buscando que el color sea de lo más agradable y sea reflejada la personalidad de quien portará el traje regional del istmo, pero lo cierto es que por el tiempo que se lleva en elaborar un traje día con día puede variar las tonalidades, a veces pueden ser colores alegres y otras veces tenues, o se puede no querer tocarlo, por no tener ánimos.
La puntada, otro de los puntos importantes, lo que se cuenta mucho para definir un traje fino o grotesco, las puntadas son el reflejo de lo elegante, primoroso y que da brillo a las flores; para así se asemejen más a las flores naturales plasmadas en una tela.
Poder comenzarlo y terminarlo es una gratificación para la bordadora, pues es su trabajo, esfuerzo, constancia, vivencias, donde se forja parte de su alma, en la multiplicidad de colores, gamas, brillos, incluso la exactitud de llevar el punto adecuado para no perder el brillo de los hilos, que en la tela no termine con relieves, como si las flores bordadas solo fueran una foto estampada en la tela.
El alma como parte de inspiración, donde la vida se refleja, se sueña, donde se vive y se muere al mismo tiempo, donde está llena de lo que se es, donde se reúne nuestra esencia y el frenesí; por eso el traje es inspiración, es el lazo que tiene la bordadora con su arte y el alma, donde se esconde y se refleja parte de sí misma, donde se encuentra, donde deja un poco de ella y cuando al terminar el traje istmeño es un pedacito de su alma…
Flor I. Guerra. Psicóloga Juchiteca.
Comentarios(1)
Este fin de semana pasé por Matias Romero para poder llegar a la ciudad donde nací, una pequeña localidad donde el traje regional aun es utilizado durante las fiestas del pueblo. Grandiosa tradición y grandiosa la población que permite conservar esas lindas costumbres con el paso de los anios.
Escribe un comentario